Tu postura corporal cambia tu estado de ánimo.

Aquel chascarrillo en el que una persona dice algo como “me siento mal” y otra contesta con un “siéntate bien”, pudiera ser todo un consejo de vida. Tu postura corporal cambia tu estado de ánimo.

Nuestra postura corporal revela mucho sobre nosotros y nuestra personalidad. Al respecto, Alexander Lowen, un médico y psicoterapeuta estadounidense, estudió la energía corporal, la forma en la que se distribuye en nuestro organismo y cómo es que eso es perceptible a simple vista.

Lowen, habló acerca de las necesidades básicas para un sano desarrollo de la persona y, según si estas han sido cubiertas (o no), entendía 5 tipologías de caracteres: esquizoide, oral, masoquista, psicopático y rígido.

Tu postura corporal está diciendo lo que tú no te atreves a decir

¿Qué tiene esto que ver con la postura corporal? Todo. Un esquizoide, por ejemplo, suele sentir que corre peligro, por lo tanto, desarrolla una actitud corporal de alerta. Es una persona parca, sus ojos no tienen expresión alguna. Es evidente que su cuello están tenso. Su cuerpo habla y su comportamiento solo refuerza lo que su postura dice.

Un oral (o una oral, por supuesto), tiene miedo al abandono, tiene poca energía. Sus piernas, brazos y manos lucen flojos. Su cabeza suele estar estirada hacia delante y la barbilla un poco hacia arriba. Los hombros están echados hacia delante.

Por su parte, la postura corporal de un masoquista es la de quien, por ejemplo, suele pararse con los pies hacia afuera. Necesitan a los otros, buscan el amor en forma de condescendencia.

Un psicopático luce como alguien a quien “se le infla el pecho de orgullo” de ser él mismo (o ella misma). La mitad inferior de su cuerpo se ve débil. Se relaciona desde la sensualidad o a través de la violencia.

Finalmente, quien pertenece a la clasificación de rígido, es justo quien se para derechito, quizá demasiado derechito. Tiene un cuerpo lleno de vitalidad y energía, lo que no tiene es flexibilidad y se nota. Fue rechazado y, ahora, es todo un narcisista.

¿Pensaste en alguien conocido con cada una de estas clasificaciones? Ahora es mucho más claro, la postura corporal habla por nosotros (y suele decir todo eso que nosotros queremos ocultar).

Independientemente de que te identifiques o no con alguna de las tipologías de Lowen, seguro que has notado cómo puedes intuir la emoción del otro simplemente prestando un poco de atención a la forma en la que se para y se mueve.

Cuando estamos tristes, por ejemplo, nuestra espalda se ve curveada, arrastramos los pies y soltamos los brazos, se nota que no tenemos energía. Cualquiera puede notar que las cosas no andan bien.

Con esta postura corporal, no solo estamos intensificando esas emociones derrotistas, también podemos sufrir, a mediano plazo, de contracturas musculares, disminución de la capacidad de expansión torácica, disminución de la oxigenación sanguínea, dolores de cabeza y hasta problemas digestivos.

Sin embargo, cuando estamos felices, la cosa cambia. Miramos al frente y nuestra espalda luce mucho más recta. Además, el rostro se relaja y la sonrisa se potencia, es natural.

¿Qué fue primero? ¿la emoción o la postura?

Depende. Así como en los casos de los que hablamos la postura corporal es la reacción a un sentimiento en particular, podemos sentirnos mejor si es que, simplemente, levantamos el rostro.

Según Amy Cuddy, experta en psicología social de Harvard, bastan con un par de minutos de tomar una postura de apertura para disminuir nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés.

¿Y cuáles es esa postura de apertura? Brazos abiertos, hombros hacia atrás, también es importante sacar el pecho y la barbilla. Justo como cuando acabas de ganar una partida de cualquiera que sea tu juego favorito.

Cuddy, hizo algunas investigaciones en las que comparó las posturas y estado de ánimo de un par de grupos. Noto que aquellos participantes que mantuvieron una postura erguida estaban de mejor humor que aquellos que habían permanecido encogidos de hombros.

Además, cuando cambias tu postura corporal, también respiras mejor y, casi en automático, te sientes mejor. Una cosa lleva a la otra. Por supuesto que puedes “engañar” a tu mente.

Conoce la investigación detrás de la propuesta de Amy Cuddy.

Una de las posturas de poder más populares es la del famoso Peter Pan: con las piernas separadas, los brazos abiertos con las manos pegadas al cuerpo entre la cintura y la cadera, la barbilla ligeramente elevada y una sonrisa que luce bastante franca.

Otra de las técnicas que seguro van a alivianarte en medio de un momento de estrés es la siguiente: si estás sentado, levántate y, lo más importante, sacúdete (literal y metafóricamente). Luego vuelves a la postura inicial y seguro empiezas a experimentar un cambio. Hazlo 3 o 4 veces.

No estás de más recordarte que prácticas como el yoga pueden mejorar tu postura corporal a largo plazo. Se trata de mantener una higiene postural y un bienestar físico y mental que, además, en medio de una pandemia resulta una clara prioridad.

Por eso, ante una situación particularmente complicada, haz algunos ejercicios frente al espejo, basta con adoptar una postura erguida y sonreir durante 2 minutos, para experimentar un beneficio emocional.

Mantente atento a tu cuerpo, conócelo y toma en cuenta que tienes el poder de influir activamente en la forma en que reaccionas antes las dificultades propias del día a día.

Sigue estos sencillos pasos cuando no te la estés pasando bien:

  1. Sé consciente de tu postura corporal y lo que la origina.
  2. Pregúntate “¿cómo quiero sentirme?”.
  3. Cambia tu postura.
  4. Otórgale poder a esa postura, permítete sentir.
  5. Repite tantas veces sea necesario.

Por cierto, apóyate relajando los músculos de tu cara. Si notas que tienes la mandíbula tensa, por ejemplo, abre la boca lentamente, como si estuvieras bostezando. Mueve la mandíbula hacia la derecha e izquierda. Tómate tu tiempo.

Verás que, aunque no es magia, cuanto más practiques este tipo de ejercicios mejor te sentirás.

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