¿Pensamientos negativos? Así te están dañando.

Creer es crear. Por eso es que tus miedos se hacen realidad, les estás dando el poder de tu atención. Así que toma el control de esos pensamientos negativos que te impiden vivir la vida que quieres.

No es magia, que quede claro. Cambiar pensamientos es ahondar en las creencias más arraigadas de individuos y sistemas. Puede doler (sin duda), pero es un dolor muy necesario. Es hora de transformar pensamientos negativos para vivir más y mucho mejor.

Joe Dispenza, investigador especializado en neurología, neurociencia, bioquímica y biología celular, sugiere, en un esquema para crear una nueva realidad, que pensamientos nuevos traen consigo decisiones nuevas, acciones, experiencias y sentimientos también.

Son estos sentimientos nuevos los que inspiran pensamientos de la misma naturaleza y la secuencia vuelve a comenzar. Los pensamientos, positivos o negativos, son consecuencia pero también causa raíz de la situación actual de un individuo y, en consecuencia, de las sociedades.

Nuestras creencias pueden crear o reforzar modelos mentales y estos, a su vez, pueden impedir los cambios y el aprendizaje o acelerarlos, según sugiere Lidia Muradep, directora y fundadora de la Escuela Argentina de PNL y Coaching. De ahí la importancia de cambiar creencias, pensamientos y sus productos.

Hablamos de pensamientos negativos en función de las consecuencias que traen consigo, es decir, si pone en peligro la integridad, afecta el bienestar, la calidad de vida y las relaciones del individuo en cuestión. Por eso, que algo resulte positivo o negativo, bueno o malo, depende del sistema de creencias de cada persona.

Cuidar nuestros pensamientos es cuidar de nosotros mismos. Margarita Pasos, conductora y oradora colombiana, habla de “diálogo interno”, somos la persona con la que más hablamos. Por eso, vale la pena preguntarnos ¿cómo es nuestro diálogo interno?

También es interesante traer a colación la propuesta de Tim Gallwey, escritor estadounidense, en torno al juego interior, el diálogo que tiene lugar en la mente del jugador de tenis (como una metáfora de la vida misma).

Se trata de una conversación entre el “yo número 1” y el “yo número 2”, el primero es el que crea un monólogo crítico, es un yo controlador que sabotea a quien está a punto de golpear la pelota (el “yo número 2”), en el caso del tenis.

Solemos convertirnos en nuestro peor juez, pues los pensamientos negativos que nos impiden ganar un juego de tenis o conseguir cualquier buena negociación en el día a día nacen y crecen dentro de nosotros mismos.

En “El juego interior del tenis”, Gallwey sugiere que “El yo número 2 es como una bellota que puede parecer muy pequeña cuando se descubre por primera vez, pero que tiene la increíble capacidad de convertirse no solo en un espléndido árbol sino en un bosque entero, siempre y cuando encuentre las condiciones adecuadas”.

Hasta aquí todo suena muy bien, pero de la teoría a la práctica hay un largo camino por recorrer. Los pensamientos crean realidades, algunas muy tenebrosas.

¿Qué tan poderosos son los pensamientos negativos?

Dispenza, cuenta en su libro “El placebo eres tú”, la historia de Sam Londe, un hombre que, en 1970, empezó a tener problemas de deglución, acudió a un hospital de Saint Louis, Estados Unidos, y salió de ahí con un diagnóstico de cáncer de esófago metastásico. Una serie de pensamientos negativos se apoderaron de él.

No perdamos de vista que para 1970 aquella era casi una sentencia de muerte. Luego de una compleja cirugía, le confirmaron a Londe que el cáncer se había extendido por todo el lóbulo izquierdo del hígado. Entonces, una mujer (que se convertiría en su segunda esposa) decidió cuidarlo por el resto de sus días.

Sam Londe y su nueva esposa se mudaron a Nashville, la capital del estado de Tennessee, en los Estados Unidos. Ahí compartirían con la familia de ella esa difícil etapa.

Londe ingresó a un nuevo hospital y, a cargo también de un nuevo doctor, mejoró significativamente. Este médico encontraba algunos detalles en sus análisis posiblemente relacionados con aquel cáncer, pero nada extraordinario.

Las cosas iban tan bien que aquellos pensamientos negativos parecían haberse esfumado. Sin embargo, Sam recordó a su primera esposa, a su gran amor, ella había muerte en un trágico accidente solo 6 meses antes de que a él le fuera diagnosticado el cáncer de esófago.

Londe estaba muy agradecido con su segunda esposa, solo quería acompañarla en la Navidad que estaba por llegar. Sam fue dado de alta en octubre, muy sano, pero solo una semana después de Navidad volvió al hospital. Sus pruebas de laboratorio salieron normales. Murió solo 24 horas después.

Y no, este no es un caso de negligencia médica, por lo menos no hasta este momento. Sin embargo, cuando le practicaron la autopsia, descubrieron que el hígado de Londe no estaba invadido por el cáncer, solo tenía un diminuto nódulo cancerígeno en el lóbulo izquierdo y otro foco muy pequeño en el pulmón.

Ninguno de esos cánceres estaba lo bastante extendido como para causarle la muerte, la zona alrededor del esógafo estaba totalmente sana. Al parecer, el diagnóstico que recibió en el hospital de Saint Louis había sido un falso positivo. Y, entonces, ¿qué pasó?

Podría tratarse del resultado de pensamientos negativos o, simplemente, de pensamientos (sin ese adjetivo). Londe sabía lo que quería y lo consiguió. Su esposa también. Se prepararon para su muerte.

¿Y los pensamientos positivos?

El mismo Joe Dispenza relata en “El placebo eres tú” una serie de casos en los que hombres y mujeres se curan de múltiples enfermedades, depresión por ejemplo, como consecuencia del consumo de placebos.

Los placebos son sustancias que carecen de acción curativa y que, sin embargo, resultan terapéuticas siempre que quien las consume cree que son eficaces. De ahí nace el efecto placebo.

No es lo que estos pacientes ingieren, es el poder que le dan a estas sustancias (que suelen ser agua o azúcar), son sus pensamientos los que alivian sus dolores.

Entonces, ¿cómo cambiar pensamientos negativos por creencias positivas?

  1. Detente. Usar una frase como “basta” (en voz alta) puede ser justo lo que necesitas para evitar que tu mente se enrede en un círculo viciosos de ideas negativas.
  2. Escribe lo que estás pensando. Hasta que puedas verlo plasmado en una hoja tendrás la capacidad de racionalizar la emoción.
  3. Cuestiona esos pensamientos negativos. Si escribiste algo como “no soy buena para nada”, detente nuevamente, pero ahora en el análisis de todas las ocasiones en las que (estoy segura) has hecho muy bien tu trabajo, has conseguido un objetivo o te han aplaudido porque eres la mejor bailando.
  4. Muévete. Literal y metafóricamente. Sal a caminar, aunque quizá prefieras practicar yoga. Lo importante es que le quites tu atención a esa idea. Además, liberas una buena cantidad de endorfinas.
  5. Un pensamiento positivo. O, por lo menos, uno no tan limitante. “Esta vez no conseguí lo que quería” es más efectivo que un “no soy buena para nada”.

El pensamiento positivo puede proporcionar aumento de la expectativa de vida, menores tasas de depresión, niveles más bajos de angustia, mayor resistencia al resfriado, mayor bienestar psicológico y físico y mejor salud cardiovascular. Podemos modificar, incluso, nuestra química cerebral.

Por eso, aunque no es sencillo, es importante que no pierdas de vista que cambiar pensamientos negativas por otros que te ayuden a conseguir lo que quieres y sentirte mucho mejor está en tus manos.

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